Burros, cabras y vacas, por este órden |
Etiopía me recuerda una España que he vivido y que recuerdo gracias a las imágenes familiares en super8 que
tanto valor tienen ahora. Con una mayoría de la población viviendo en la pura subsistencia con sus burros (millones), sus cabras (centenares de miles), vacas
(miles) y su pequeña parcela de tierra. Niños que colaboran en la economía
familiar desde antes de tener uso de razón. Los he visto jugando con una
botella de plástico aplastada que arrastran con un cordel, con dos bidones de
su misma altura para cargar agua –el agua corriente que damos por sentada-, de
pie sobre una plataforma de madera que hace las veces de un carro guiando un
burro de viaje a alguna parte y campesinos que labraban la tierra como lo
hacían en mi huerto antes de que llegara el motocultor. Como desde siempre, con
la fuerza animal. Niños jugando en los charcos que la sesión de lluvias
avanzada va dejando por doquier. Piscinas improvisadas. He visto mucha pobreza
y poca tristeza. Y desde luego mucha menos miseria que en el barrio de los
yonquis en Vancouver o las reservas navajas de Arizona. Por no escribir de los
miles de homeless en Portland, imagen de la que aún me estoy recuperando.
Añadir que tras 3 días en Etiopía me liberé al decidir no
hacer determinadas fotos. Siendo un país increíblemente fotogénico, para poder
hacerlas y sentirme bien debería llevar un tiempo de convivencia y ganarme tal
derecho.
El viaje me ayuda a distinguir entre pobreza, miseria y
tristeza. Pobreza hay, sobre todo según nuestros estándares occidentales. Reconozco
que no conozco de cerca la nuestra aunque la intuya.
Miseria vi en la capital, adonde llegan miles de personas
que abandonan el campo en otra repetición de nuestra transición. Abandonan la
pobreza para entrar en la miseria.
Y tristeza vi muy poca. Vi caras sonrientes y orgullosas
–el único país africano que no fue colonizado, aunque las huestes fascistas de
Mussolini lo intentaron- y mucha amabilidad. Me habían comentado que lo mejor
de Etiopía eran sus gentes. Tenían razón.
Visité las plantaciones de café que me recordaban al
cortijo motrileño de mi suegro, con sus plataneros, sus aguacates, maíz, mangos
y guayabas. Paraíso vegano. Paisaje rojo de tierra fértil y arcillosa y verde
brillante, pasto fresco fruto de las lluvias que cada día, como en un ritual de
generosidad divina, la riegan. Autosuficiencia.
Cortijo etíope |
Las casas, de barro y bambú –libres de hipotecas- suelen
tener las tumbas de algunos de sus antepasados enfrente para que sus espíritus
velen por los vivos. No sé porque pero me gusta este concepto, herencia del
animismo. Y niños, muchos niños por todas partes –alguno de ellos ganará,
seguro, en Dubai con 2h2’ en el 2032-. Niños con ropa vieja y roída que juegan a
todo y a todas horas. Me acuerdo de mis años setenta y no diferíamos mucho de
lo visto aquí.
El viaje era turístico (conocer un país mítico) y
deportivo (hacer el tapering en altitud relajándome y descansando para
Comrades). Lo contraté con una empresa etíope llamada Run in Africa donde saben
combinar magistralmente ambas actividades. Vayas donde vayas te espera un atleta
etíope –o varios- que te acompañan a entrenar –tú pones el ritmo y la
distancia-. El primer día descubrí que es una forma única de conocer el país ya
que vas a correr por donde entrenan ellos, vives sus calles, ves a sus gentes a
pie de asfalto.
Y aunque el viaje acabara de forma distinta a la planeada
ha sido una experiencia única tras la que me siento en deuda con Etiopía, que
tanto me ha dado a cambio de tan poco.
Libre de hipotecas |
La gira final de mi aniversario incluía otro viaje a dos
de los estados más atléticos y libertarios (¿correlación?) de los USA como son Washington
(State) y Oregon. En una autocaravana, de camping en camping, me impregné de
los brutales paisajes norteamericanos, peregriné a la meca de Eugene y además
competí en 3 carreras, 2 de 5k y una media, que habrían hecho las delicias de
todo buen hater, enfurecido o no, que
se precie. Por unos 50€ tenías derecho a correr en tráfico abierto, en alguna
también a camiseta de algodón de las de
toda la vida y, tras quedar tercero en las tres, a no recibir ningún trofeo.
Disfruté la experiencia y lógicamente no me aproveché de las redes sociales
para masacrar a los organizadores. Sabía a lo que venía. Las carreras de allá
quizá sean el futuro de aquí: 70% de mujeres, mucho disfraz y, algo
sorprendente, happy hour de cervezas y cócteles –¡con tequila un domingo a las
9 de la mañana!- es decir, más happy que run y los cuatro motivados que allí estábamos y que iremos
desapareciendo, espero que lentamente.
Hayward Field, territorio leyenda |
Mount Rainier, WA st |
PD: tras mil dudas con el blog y frente a un 2017-18 intenso
y que promete intentaré darle algo más de tralla tras haberme dejado ir en exceso.
2 comentaris:
Un viatge desmitificador. Riquesa, pobresa, miseria, desig, necessitat... Tot es descompon i es reconstrueix a la que sortim del nostre entorn. Però tu ja ho sabies, Ferran. Perquè el viatge mental ja l'havies fet (m'agrada la idea que viatjar és tornar a un lloc ja hi hem estat). El regal del cinquanta aniversari ha estat confirmar que quan et vas posar les sabatilles (les de córrer i les de les idees) vas triar un bon camí.
Ferran, la tralla del blog (y de las pistas) es voluntaria.
Se agradece, y mucho, pero no debería ser una carga!
Aquí estaremos para disfrutar de ella, con más o menos frecuencia!
Gran viaje el tuyo... vale la pena cumplir medio siglo así. Y sí, pobreza no es sinónimo de tristeza.
Lo que sé de la República Dominicana y Túnez es inversamente proporcional.
A seguir!!
Un abrazo,
Dennis.
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