I survived to Behòvia 2009

divendres, 15 de març del 2019

Y nada salió como esperaba. Maratón de Barcelona. 10/3/2019

¡Kalenjin y con camiseta!


El sábado anterior a un maratón rozo la impertinencia; debería aislarme y suelo acordarme de Julio Rey, quien cuando viajaba a un maratón se llevaba un hornillo para cocinar su pasta en su propia habitación tras una mala experiencia.

En Sevilla 2015, donde fui a hacer de liebre a un amigo, me desesperaba que el sábado a las 17h aún sin haber comido y con una parte del grupo que solo pensaba en tapas y birras. Me entra una horrible sensación de desperdiciar en una tarde el duro trabajo de 3 meses. Manías que tiene uno.

Por eso mi único objetivo el sábado por la tarde era recoger el dorsal, entregarle a mi amigo Dennis el avituallamiento e irme al hotel a descansar. Y salió bastante bien, excepto quizás, que una mala cena me pasaría factura…

Hermanos de asfalto


Tan motivado estaba que el domingo a las 7 de la mañana corría sobre el tapiz rodante del gimnasio del hotel viendo salir un sol africano para despertar el cuerpo. Todos los detalles controlados.

Un gran objetivo como era el de bajar de 2h36 no es posible sin una buena labor de equipo: el trabajo semanal de mi fisio Núria, mi hermandad kalenjin cuyos entrenamientos compartidos nos han llevado un paso más allá, mis hermanos de club y de clubs amigos, sus ánimos, mi amigo Dennis acompañándome a lo largo del circuito con los botellines de Maurten, mi liebre kalenjin de 2h22 -Jose Manuel, un lujo de persona-, mi pareja…me siento afortunado por estar donde estoy y este es el verdadero premio. Lo tengo claro.

Meses y meses de trabajo y sueños confluían a las 8h30, hora de la salida. Por mis entrenamientos, mi estrategia de carrera no era descabellada y la forma estaba en las piernas. Me llevarían hasta el 32  a 3’41” y de ahí a meta. 

En mis buenos maratones una de las claves siempre ha sido una gran focalización en el desarrollo de mi carrera. Dedicar todas las energías posibles al simple hecho de correr.

Simetría


Salimos algo lentos al vernos encerrados por la carrera en el embudo de la carretera de Sants pero al segundo km ya íbamos recuperando el ritmo. No paramos de adelantar a grupos mientras los parciales se estabilizaban sobre los 3’40”. Creo que fue sobre el 8 o 9 cuando ya vi que algo no iba bien. Me molestaba el estómago que apretaba malamente y mi cabeza no paraba de pensar en qué hacer. ¿Beber o no beber? Era un día mediterráneo y primaveral y sufriríamos por el calor. ¿Gel o no? Estaba muy lejos de la concentración requerida y sentía y sabía que era muy mala señal. Iba cerca de mi límite físico sin el acompañamiento mental necesario para ello. Entre tres treinta y muchos y tres cuarenta y pocos iban pasando los kms, físicamente a peor aunque en competición estábamos bastante adelante. Y al llegar al 29 me vinieron los vómitos. Paré y aproveché para ir al baño. Un par de minutos perdidos y volvimos a trotar. 3’52” del 29 al 30 para darme cuenta que no tenía mucho sentido encarar los 12 últimos con tan mal cuerpo. Acepté la realidad y me retiré. El afecto y cuidado de mi liebre y mi filosofía vital hicieron que no le diera más importancia de la que tenía, que era poca. Había mucho más, como el éxito de los dos amigos a quienes entreno, que era también mío, el camino que habíamos compartido a Barcelona, bestial y que se queda conmigo, para siempre.


Por la noche estaba literalmente clavado al sofá. Mi espalda agarrotada me acercaba a los ochenta años y me explicaba qué me había pasado en carrera. En lugar de fluir en un presente budista corrí con el estómago en tensión, retenido, modificando la postura, antesala de la retirada. Y las piernas lo mejor, sin resaca tras 30k a 3’41”.

Cierro la carpeta de Barcelona 2019 y abro las siguientes, que prometen tanto. Me lo iré contando por aquí.

¡Saludos!