I survived to Behòvia 2009

dilluns, 28 de gener del 2013

MCD, el photo-call.


Ahora que con presteza, hasta la más petarda se vuelve loca ante una moqueta y unos adhesivos detrás, ni que sean de Don Simón o de la Inmobiliaria Paraíso, no voy a ser yo menos así que os planto la recogida fotográfica de la MCD puesto que uno de los objetivos fundacionales de este blog era ser mi propia memoria.


Cuando cadete, juvenil e incluso junior competíamos por ahí, en tiempos de revelados y negativos, un señor mayor nos vendía por 100 pesetas las fotos de carreras anteriores, si salíamos, algo que sucedía muy de vez en cuando. Curiosamente conservo todas aquellas fotos al contrario del desorden digital en que mantengo la abundancia actual.

Elijan la introducción, pasen y vean.




















PD: agradecer a los fotógrafos su labor nunca suficientemente reconocida.

dilluns, 21 de gener del 2013

MCD, la carrera.

Tres, dos, uno...


Curiosamente dos frases han marcado el inicio y el final de esta gran aventura que ha sido la Marató Costa Daurada.
La primera me llegó vía e-mail estando aún en Boston tras haberme estrellado por tercera vez contra el muro maratoniano y haber escrito…La única conclusión que saco es que quizás mi cuerpo no esté hecho para la maratón. Quizás me falte chicha y mi metabolismo consuma más energía de la que pueda almacenar, quizás…qué se yo…y cuánto he pensado en lo que habrá pasado mi compañero Albert en Sables (en pie, decimoquinto, tras un invierno plagado de lesiones…el mismo Albert me convenció de que debía volver a intentarlo.
La segunda fue el viernes por la noche cuando hablando con mi amigo Jaume, quien tenía el mismo plan de carrera que yo, me dijo: ¿te imaginas que quedamos segundo y tercero? Nota del autor: tanto a mí como a Jaume quien quedara por delante no nos importaba lo más mínimo.


k16, lo que nos queda...


Las señales.
En tiempos de postapocalipsismo maya no iba yo a ser menos y también recibí muchas señales. Y muy buenas pero mi miedo a la maratón es muy serio y le tengo el mismo respeto a la distancia que le pueda tener Kilian Jornet a la montaña. Los 42 quilómetros son algo profundo que no tiene nada que ver con cualquier distancia inferior. Vayas bien o mal, acabas entrando en nuevos territorios desconocidos de dolor y sufrimiento. Y claramente eso es lo que la hace algo tan grande.

Sin haberme pesado sé que llegaba con un kilo, kilo y medio de más que en otras ocasiones y estaba seguro que no sería ningún hándicap sino todo lo contrario. Abrazándome ya noto si la delgadez es extrema, algo que no es bueno. Vaquerizarse equivale a un feroz y precoz depósito vacío.

Siendo de no muy buen dormir, la semana anterior a la maratón empalmé varios días de sueño profundo y regenerativo de 8 horas bien dormidas. Incluso el día clave para ello, del viernes al sábado, dormí 9h del tirón.

Los entrenamientos sin molestias. Habiendo hecho más quilómetros que nunca, el haber añadido el gimnasio creo que ha sido una de las claves del éxito. ¡Vamos a por el pilates, pues! Por otra parte, parece que empíricamente ha quedado claro que el método Cánova funciona. Creo que mis quilómetros más rápidos, hablando desde las sensaciones, fueron los 10 últimos.

No corrigues massa!
Habiéndolas pagado de mi bolsillo, por lo que esto no es propaganda, encontré las zapatillas maratonianas de mi vida: las Adidas Supernova Glide. La perfecta combinación entre peso, estabilidad y suspensión/flexibilidad las convirtió en las aliadas ideales y se portaron, vaya si se portaron…por fin el calzado adecuado para una expedición de este calibre.

Aunque lleve mucho tiempo llevando muy bien la presión de la competición (a mi nivel), que casi ya no me afecta tras un trabajo de meditación leve pero bien hecho, esta vez también fue así (a pesar del envite) y solo en la madrugada previa sí me noté algo tenso. Por suerte la carga de hidratos también fue perfecta y un exceso de pizzas la noche anterior compensó la cerrazón de estómago de la madrugada del domingo.

Y finalmente, en la sesión de descarga previa, mi fisio-mago me advirtió que nunca me había encontrado la musculatura tan bien. Y a él, y esto es absolutamente en serio, los músculos le hablan o lo que es menos poético, interpreta con clarividencia su estado. Mi fe en él es ciega. Total.




El amanecer.
Viento frío de Levante azota Tarragona al salir de casa. Mis peores pronósticos ahí están. Ululándome en la cara. Recojo a mi amigo Jaume y me comenta: ¿Tú también tienes la boca seca? ¿Y no hace tanto invierno como para tener estos escalofríos, no? Nos miramos y nos reímos ambos. Estábamos de los nervios mientras andábamos hacia la salida. Qué lujo impagable salir de casa andando para correr una maratón en tu ciudad…



K40, uno de mis quilómetros preferidos


La carrera.
Estrenado el calentamiento minimal pero eficiente comenzamos la gran aventura que significa cualquier maratón. Enseguida nos colocamos Jaume y yo tras nuestras dos liebres (que se han ganado un bonito aperitivo bajo el sol primaveral; tú también Antonio B.) y enfilamos los primeros 3 quilómetros del espigón donde tantas series, tantos quilómetros y donde, porque no contarlo, un día tuve un desgraciado incidente con un Torrente desmesurado y mórbido. Vamos adelantando atletas de los 10k y algunos se van uniendo al autobús. Vuelta muy dura con el viento de cara y en el 8k los de la versión corta se despiden quedándonos 3 atletas y las dos liebres. 

Los 10k los pasamos un pelín rápido (37’30”, iba sin crono pero era el único) y seguimos en la tónica. Al poco, mi compañero de expedición, se detiene por molestias estomacales. Bajamos un poco el ritmo, se queda con él una de las liebres y en segundos volvemos a estar los cinco. Tener tan pronto problemas en un maratón es el pasaporte directo al sufrimiento…
Abandonamos el tobogán y con una sensación continua por mi parte de ir excesivamente rápidos volvemos a cruzar la meta en el quilómetro 19, todo por hacer. Pregunto el paso de la media y es de 1h20’30”, ligeramente por encima de lo previsto pero hoy, con este viento, no es día para marca. Coronamos la Rambla en el k25 y me tomó mi primer gel como había planificado. Rápido y lo que entre, más sorbo de agua. A estos ritmos me cuesta comer bien y prefiero hacerlo así y evitar un potencial flato. Parece que ya vamos 5º y 6º y tenemos a la vista al 4º. Todo pinta muy bien mientras sigo en modo pre-pánico esperando, casi buscando al hombre de mazo para que me diera ya la ostia y se dejara de ídems…



Sin palabras

Sobre el 26 nos deja la primera liebre, el gran Jorge de Andrés del CA Tarragona. Ha sido un placer bestial compartir esta aventura Jorge, para cuando me necesites.
En el 28 ya vamos 4º y 5º Jaume  y yo. Un quilómetro más tarde nos deja la otra superliebre, mi compañero de club Sergi Hidalgo. Ambas liebres han sido piezas clave de esta carrera sin lugar a dudas.
Subimos buscando la pista de atletismo de Camp Clar con fuerte viento en contra y con el 3º a la vista. 

Una pequeña confusión en el acceso a la pista hace que me separe unos metros de Jaume y me grita que si estoy bien que tire y para allá que me voy. Faltan 10 quilómetros, somos ya 3º y 4º y decido arriesgar. A lo largo de toda la carrera me he mantenido concentrado y relajado siguiendo los consejos de Mr Ritz. Me tomo un segundo gel y siento que voy a muy buen ritmo.
En el 34 veo al fondo al estimado Periko, que iba 2º cuando se ha visto obligado a abandonar por molestias. Sentimientos contrapuestos. Espero y deseo que en un futuro se marque el sub 2h30 que se merece. Valerlo lo vale, ahora queda conquistar a la distancia.
Conociendo al dedillo el recorrido, me siento un poco Abel Antón en el mundial de Sevilla. Solo me queda disfrutar aunque muscularmente ya hayan comenzado los mil dolores pequeños. Otro gel rápido en el 37 y tiro millas.
Llego al 39 y escucho ánimos y un grito que me saca mi mejor sonrisa: ¡No corrigues massa! Como el título de este blog…¡qué grandes!
Pasada por meta en el 40 y la gallina de piel. Le dedico la carrera, señalándolo con el dedo, a Juanan, amigo, compañero de club y organizador de la cursa. El trabajo de todo su equipo para organizar una maratón de este nivel es increíble e inimaginable para quien no lo haya vivido de cerca.
Me cruzo con el ganador y al poco media vuelta y hacia meta, esta vez definitivamente. Y el final, brutal. Mi amigo Enric, con quien ya acumulamos centenares de quilómetros, me grita que bajaré de 2h40’. Me cuesta creerlo. No tenía ni idea del ritmo que llevaba. Ya solo queda disfrutar de los últimos metros: 2h39’50”.


Enric, el menda, SuperLatre y Jaume


La apoteosis.
Me abrazo con todos aquellos que significan algo para mí. Qué suerte tengo que sean tantos, sinceramente. Es lo mejor de este deporte. Ya he dejado escrito que encuentro cierta altura moral, por no decir superioridad, propia de quienes conocemos el esfuerzo y sacrifico, el empeño y la dignidad de todos aquellos que se atreven con la larga distancia. Ya sea a 3’20”, ya sea a 6’45”. Todos somos iguales. Recibo a Jaume que ha sido tercero, sufriendo desde la primera media hora. Hay que ser de una pasta especial para resistir así.
El gran Carlos Latre se acerca a saludarnos. ¡Cuántas horas de sueño que me debe por sus Crónicas Marcianas! El campeón en clase y humildad (y de España de media) Jaume Leiva viene a felicitarme. Gestos que no tienen precio.


Chic@s, hay vida más allá de los 40!


Epílogo.
Los que me conocéis y me leéis sabéis de mi enemistad manifiesta con la maratón. Lo anuncio: hemos vuelto. No ha habido terceras distancias y nos hemos dado un tiempo. Debo reconocer que cuando sale bien es de las experiencias más gratificantes que uno puede tener y al contrario. Si hay MCD 2014 allí estaré. Y si no me he disuelto con la clase media, Boston 2017 me espera…

¿Te imaginas que quedamos segundo y  tercero?