Filosofía. |
He
querido jugar con los dos títulos de sendas obras que, aunque no lo parezcan de
entrada, sí tienen mucho en común. Se trata de un libro inspirador,
transformador en mi caso, y de una película que vi hace muchísimos años de la
que guardo un grato recuerdo. Se trata del libro de Scott Jurek, Correr, comer,
vivir y de la película de Ang Lee, Comer, beber, amar.
Tienen
en común el significado de la comida como un profundo acto de amor. Somos lo
que comemos y tanto Jurek como Ang Lee a través del personaje del padre nos
muestran el camino a seguir en el respeto a los alimentos, a la tradición y
como una vía más para mostrar el amor a nuestros allegados.
Con otro mito, Caballo Blanco. |
Si
se puede utilizar el verbo descubrir, supe de Scott Jurek a finales de los
noventa. Por esas épocas el trail running comenzaba a despertar aunque nunca
hubiera sospechado dónde estaría asentado década y media después (ni soy capaz
de visionar dónde estará en el medio plazo). Quise descubrirlo y corrí la
maratón del Aneto del 99, última edición. En Cataluña había media docenas de
carreras más de las que hoy consideraríamos de montaña, distancia sprint eso
sí. Y leyendo revistas americanas llegué a la Western States con un Tim
Twietmeyer, alto ejecutivo de HP, físico clásico de californiano puro, a lo
Dave Scott, ejerciendo de imperial dominador. Yo rondaba los 30 y este era un
deporte de veteranos. La vida por delante.
Badwater 1 |
Pero
apareció un joven, Scott Jurek, e inauguró una larga racha de triunfos. Se
cortaba el pelo y lo donaba a asociaciones de enfermos de cáncer, era
vegetariano militante, gran cocinero e, intuía, mejor persona. Un hippy al que
Tony Kupricka ya admiraba mientras Kilian, futuro amigo de ambos, dedicaba su
adolescencia recién estrenada a correr o morir.
Por
eso, en el loco acopio de la Diada de Sant Jordi del 2013, no podía faltar la
autobiografía de Scott Jurek. Y este libro de cabecera ha venido para quedarse,
para releerse, para quererlo.
Somos
hijos de nuestras experiencias más sencillas, los recuerdos de nuestra infancia
no son sino los cimientos, frágiles en ocasiones, robustos en otras, sobre los
que vamos edificando con la mejor de nuestras intenciones nuestra propia vida.
Y Scott, me da la sensación, ha escrito este libro, poesía en prosa, para sí
mismo, para conocerse mejor y seguir evolucionando. En su caso, la enfermedad
incurable, cruel, inexorable, lenta y trágica de su madre marca a fuego su
destino. “Yo no era consciente de ello, pero estaba aprendiendo muchísimo sobre
la comida y sobre cómo estaba conectada al amor”. Releo esta frase y pienso en
mi abuela, con quien tuve la suerte de vivir y que forjó mi vida. Esta que
ahora desnudo en parte.
“Para
cuando comencé a correr, yo ya sabía lo que era sufrir”. Correr como vía de
sufrimiento, camino imprescindible para mejorar. Exorcismo de la
hipersensibilidad. Las heridas son nuestros mejores profesores, leí una vez. Vía
también, sobretodo en la ultradistancia, sospecho, para dominar la mente y ésta
al cuerpo.
Siempre
me imagino corriendo de una forma totalmente distinta a la actual. Sin reloj,
sin ritmo. Disfrutando del entorno. Sé que estoy cerca pero aún quiero cerrar
unas ventanas abiertas. A Scott, un mensaje parecido se lo transmite un
personaje, típico de la contracultura norteamericana, denominado Dan el Hippie:
“Seguimos a sus perros labradores, Zoot y Otis, y me dijo que observara cómo
corrían sin esfuerzo aparente. Me animó a que me diera cuenta de que parecían
conectados con su entorno. Me explicó que la sencillez y la conexión con la
tierra nos hacían felices y nos daban libertad”.
Y
qué decir del correr. Comparto absolutamente su idea. “Los lazos que he forjado
a través de este deporte de un individualismo tan obsesivo son más fuertes que
cualquier otro en mi vida”. All Blacks, otros también, ellos lo saben.
El
correr y el comer son solo el medio que utiliza Scott en su largo viaje de
mejora personal. Del entrenador australiano Cerutty nos enseña el siguiente
lema vital: “solo creces como ser humano si estás fuera de tu zona de confort”.
Por eso cada vez añade más dificultad a sus retos. 100 millas, Badwater,
Spartathlon, 24h. La fuerza de la voluntad versus el triunfo de la voluntad.
Una
vez mi madre me explicó que escribía poesía, tan íntima que me cuesta leerla, para
sí misma. Aunque luego se la publicaran. Perdonad esta muestra, desconcertante
para mi timidez, de mi personalidad. Pero he escrito este post para mí y para
los que quiero. Ellos son quienes hacen que luche cada día por ser mejor y me
descubren mis errores, en un ejercicio de generosidad infinita, para que aprenda
a superarlos.
En Grecia, la cuna. |
El
pasado viernes 21 de junio, aún siendo un día en que mi estado de ánimo distaba
del optimismo, fue unos de aquellos días que marca una existencia. Mis alumnos
me hicieron una cena, me leyeron unas frases emotivas, me regalaron su
presencia además de algo material que también ilusiona, y justificaron una
vida, una profesión que contemplo como un oficio. Leo la frase de Dogen Roshi
que inicia el capítulo 13 del libro y no puedo más que asentir con un nudo en
la garganta: “No trabajes para conseguir la libertad, permite que el trabajo en
sí sea tu libertad.” No añadiré nada más aunque mi mente imagine mayores gozos,
sin sombras, en un potencial futuro que contempla amor y amistad.
¡Saludos!
4 comentaris:
Muchas emociones juntas Don Ferrán. Me gusta.
Somos un criadero de emociones, nos alimentamos de ellas, son nuestro combustible, fundamental para la supervivencia.
Un abrazo, también emoción
Otro abrazo Jesús!
Molts anims Amic Ferran, desde el món Francolí.
Sóc quasi bé adicte a la lectura setmanal del teu bloc.
Salutacions a un mestres de la meva passió.
Marcel.
Marcel, lo millor de tot plegat es conéixer a gent com vosaltres i poder compartir rodatges i entrenaments.
Gràcies per les teves paraules,
Ferran
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