¡Comienza la fiesta! |
Tras mi maratón del año pasado, cuyo desarrollo rozó la
perfección, creía que nunca volverían a alinearse las estrellas. Contra
pronóstico, todo mejoró.
Nobleza obliga y antes de narrar su desarrollo, debo agradecérselo
a la hermandad kalenjin, la verdadera recompensa del día a día. Durante las
semanas de preparación específica, tanto en las series como en los ritmos
controlados y también en los rodajes suaves y tertulianos, procurábamos quedar
cuantos más mejor y ayudarnos unos a otros. Tanto los que íbamos a correr el
maratón como los que no entrenábamos juntos completando días gloriosos y alguna
cena (que rima con Lucena). Tengo fotos descoloridas de 1979 con dorsal y puedo
afirmar que ha sido en el periodo kalenjin cuando más he disfrutado con este hermoso
deporte. Va por ustedes.
Tampoco quiero olvidarme de la organización. Tras diez
meses de mucho trabajo que te digan, 11 horas antes de la salida, desde
Protección Civil y Guardia Urbana que la prueba debería anularse porque los
doce quilómetros de espigón están cerrados por el temporal de Levante –con las
olas saltando por encima- debe ser durísimo. Y se recompusieron con un plan B reinventando
el circuito con lo mucho que ello conlleva en una larga noche de trabajo que me
permitió llegar, correr, vivir.
La grupeta por el 15 |
Mi primer objetivo era bajar por quinta vez consecutiva
de 2h40’. Los entrenamientos señalaban que era posible, quedaba rubricarlo
sobre el asfalto. Si volvía a subir al podio absoluto catalán el sueño se
multiplicaba. Y si era con algún hermano kalenjin ya estaríamos hablando de
éxtasis.
Los días previos, además de vivir el tapering sin
ansiedad debido a la tremenda tranquilidad que da la experiencia, son días de
intentar coordinar intereses comunes con otros atletas. Dos kalenjines
compartían objetivo y la justicia poética añadió a un tercer miembro en la
expedición.
Km 30: misión cumplida |
En el 2012, tras volver de Boston con mi peor marca, 3h52’,
dije que nunca más correría un maratón. A los pocos días recibí un mensaje de
un atleta al que siempre he tenido mucho respeto por su calidad deportiva -aunque
a medida que le he ido conociendo su calidad humana ha acabado eclipsando a la
primera- que me animaba a volver a intentarlo y a no rendirme. Le hice caso y
en el 2013 corrí en 2h39’50”. Hasta hoy. Le debo mi romance con la maratón.
Este atleta, Albert Giné, tras años de ultratrail, quiere correr un gran maratón
en Barcelona y correría los 30k ofreciéndose de liebre.
El nuevo circuito sería muy duro, dos vueltas de 15k
rompe piernas y los 12 definitivos para rematar la faena. Debo decir que la
nueva dureza me ponía y mucho. Suelo entrenar por parte del mismo y me sentía
preparado.
Luchando codo a codo |
Cinco minutos antes de la salida guardo el reloj en la
mochila. Como siempre, será sin reloj y sin geles. La estrategia que me
funciona. Correr sin mirar el reloj me libera de cualquier presión adicional.
Me relaja, corro por sensaciones. Y como en todas las tiradas largas no tomo
geles he acabado trasladándolo al maratón evitando problemas digestivos o
flatos.
Cuenta atrás y salimos. Mi actitud con la maratón ha cambiado
pasando del miedo al respeto. Así que enchufado y decidido a los pocos kms ya
estamos la grupeta principal enfocados y acompañados. Se suceden de una forma
natural los relevos en el grupo. Refugiándonos atrás ante leves crisis y
tirando del grupo en los buenos momentos. No falta la tradición y algún hachazo
francoliniano se produce. Completamos la primera vuelta en 56’ altos –reloj de meta-
los cinco que quedamos el grupo. La 2ª vuelta comienza con una ascensión al mirador
del Mediterráneo, le siguen unos 4k de carretera ondulada y vuelta atrás coronando
otra pequeña cima –con su dolorosa bajada- antes de concluir la 2ª vuelta. 1h53’
para los 30k. A medida que han ido pasando los kms me voy encontrando muy
seguro. Por vez primera veo claramente que no voy a desfallecer ni de broma en
los 12k que me quedan. Es una sensación extraña y quizás alocada.
Km 41, pa meta! |
Uno de los protagonistas que me acompaña es conocido como
Mr Podium. Si voy junto a él tengo por seguro que, por un lado voy a un buen
ritmo y estoy haciendo una buena carrera y por el otro que será dificilísimo
ganarle. Es un zorro menos viejo que yo a quien admiro desde antes de conocerle
personalmente. Hemos entrenado muchos días juntos y sé que está fuerte. Ambos
hemos competido mucho en pista y bajo el síndrome de la calle uno vamos
golpeando respetuosamente nuestros codos sin pausa des del principio de los
tiempos.
Albert entra quinto en los 30k señalando el camino sub
2h40’, metros antes le digo que voy bien, nos despedimos e iniciamos los 12
finales…codo a codo. La batalla será más mental que física. Siento que me queda
una marcha más y visualizo un salvaje sprint final por el bronce absoluto de
Catalunya y el oro de 45-49. Tira uno, tira el otro pero no nos despegamos ni
de casualidad.
Recompensa del picapedrero |
En el 2002 (no en 1973) volví de Torremolinos, estatal de
media, con Roger Roca. Hicimos planes, fiché por el Igualada…e inicié el largo y
oscuro sexenio de las lesiones. La zen y poética circularidad de la historia ha
hecho que compartamos podio quince años después quitándonos un pleno kalenjin que
nos hubiera puesto en el mapa como el auténtico Nike Oregon Project tarraconense.
Llegamos al 41 y casi sin querer me voy yendo. Me cruzo
con el Comandante en Jefe que va a por su plata y con fuerza encaro la meta. 2h36’39”
con unos 600 metros de menos me saludan al tiempo que levanto los brazos con
euforia y satisfacción. Mi mejor maratón por sensaciones.
Lo dimos todo |
Abrazo al Jefe y esperamos a Jorge que llega poco después
de mí. Hacemos un Fiz-García-Juzdado. Me reencuentro con Albert, más abrazos y
le comento que este día no nos lo quita nadie. A ninguno de nosotros, a cualquiera
de los valientes que se enfrentó a sus retos…y los superó.
Llamadme abrazafarolas |
¡Saludos!
Ilusión cumplida |
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