I survived to Behòvia 2009

dilluns, 30 de maig del 2016

Comrades, la carrera (1).

Memoria histórica


Va a ser muy difícil expresar negro sobre blanco todo lo vivido estos días, pero voy a esforzarme en el intento.

La previa.

Tras llegar a Durban el jueves por la tarde, a las 9 de la mañana del viernes tenía contratado (fue uno de los grandes aciertos) un viaje en autocar por el recorrido comentado por expertos comradianos. No por ver el perfil –desde el autobús es imposible imaginarte siquiera cuánto te van a doler las piernas tras 65k en la enésima bajada- sino porqué fue una forma de ir tomando conciencia de qué significa la Comrades en Sudáfrica y en el mundo. Un viaje interior, algo así como un Camino de Santiago, que te hace crecer y a poder ser, mejor persona. Y es que hoy Santa Teresa sería ultrafondista y tendría un poster de Scott Jurek en su celda.

Baile de bienvenida


Llegamos al punto de salida, Pietermaritzburg, visitamos la Comrades Marathon House (ver post anterior) y, desde la salida, comenzamos a vivir el recorrido. Los guías eran auténticos veteranos de la misma con doble green number -lo que significa que la han acabado 20 veces como mínimo; con 10 veces ya perteneces al exclusivo club y te asignan un dorsal definitivo, como si colgaran tu camiseta en un pabellón, para siempre que quieras volver a correrla- y nos iban explicando cómo afrontar determinados tramos y, sobretodo, nos imbuían de la tradición. A medio camino nos detuvimos en una escuela financiada en parte por ilustres comradianos para niños con diversidades –aquí sí que me mojo por este término y no por el de discapacitados…porque ¿qué soy yo, con mis doce dioptrías? -. Nos cantaron y bailaron, el Director nos explicó la historia de la escuela y comentó sus dos Comrades que resumió en “pensad en que cada paso que deis estaréis más cerca de Durban”. Frase que utilicé en la gestión mental de la prueba entre otras. Me impactaron los muchos albinos que había en la escuela porqué recordé un podcast que hace mucho tiempo oí sobre la supersticiosa persecución que les cuesta la vida y porque uno de nuestros miserables gobiernos, no recuerdo cuál, dio un solo asilo político años atrás y fue a un albino africano. Quien quiera saber detalles, escabrosos y tristes, que vaya al google.

El himno nacional sudafricano
 Nos detuvimos en el Wall of fame, una pared llena de placas con ilustres más corredores con posibles donde lógicamente fotografíe la de Al Salazar y Ann Trason. 100 metros antes está Arthur’s seat, un hueco en la pared de la montaña lleno de flores en recuerdo de Arthur Newton, ganador de 4 ediciones en los años 20 y cuyo espíritu, si le rindes tus respetos, te empuja y ayuda a llegar a la meta. Lo cual puedo jurar que es verdad. Así que Iker 4º milenio, deja ya de darnos la brasa con Bélmez y vete a Durban.
Estuve en contacto con su espíritu


Disfruté del paisaje y de las historias y nos dejaron en la Expo donde recogí el dorsal, compré 10 geles, el billete para ir a la salida y una mariconera para que me cupiera todo. Las sensaciones eran buenas, la noche anterior había dormido once horas –llevaba un cansancio importante por haber dejado el trabajo de casa casi listo, el resto lo acabé aquí-, las comidas me sentaban de muerte y estaba perfectamente hidratado. A las nueve a dormir que el hotel abría los desayunos a las dos de la madrugada, un detallazo. Desayuné bien, 3 tostadas y un café y a buscar el autobús...

¡Saludos!