El protagonista del síndrome saluda a la cámara ;) |
Pasan las semanas, llega el calor y su pecholobismo
militante y sigo buscando la chispa perdida tras tanta larga distancia (sin
ofender a los ultra-atletas). 3 días de calidad (1 en pista) a la semana, 2 de
gimnasio y desde ya un volumen fijo de 100 kms a la semana. Junio y julio.
Menús.
Mientras tanto, los problemas de abductores y psoas
van quedando atrás y voy compitiendo en distancias cortas con humildad e
ilusión a partes iguales. Hay días buenos, días grises y días, pocos, pésimos.
Y en consecuencia se generan diferentes estados de ánimo. Me sorprende las
pocas veces que alcanzo la euforia en la meta –que no tiene nada que ver con la
victoria- y las muchas en las que tengo algún reproche, aunque leve, que hacerme.
Generalmente por haber apagado el interruptor del sufrimiento demasiado pronto.
Meeting under the sun |
El pasado miércoles, tras un entrenamiento de alta
calidad, fui víctima del peligroso síndrome de los 3’9”que, modestamente,
descubrí y nominé hará ahora un año…tuvo su origen en un entrenamiento pre-mundial Ekiden. Un amigo
que llevaba solo año y medio entrenando y que realiza jornadas semanales que,
en ocasiones, superan las 100 horas (guardias médicas) se enfadó tras correr un
último mil en 3’9”. Era un entrenamiento clásico. 3000-2000-1000 recuperando 1’
entre series. Creo que rozamos los 3’ y mi amigo se quedó en 3’9”. Y se enfadó
tanto consigo mismo como solo otro atleta lo puede llegar a comprender. Objetiva
y más aún, subjetivamente, era un marcón, pero se fue a trabajar disgustado…he
ahí el síndrome 3’9”. El mío surgió tras un 3000 en 3’21”, un 2000 en 3’15” y
dos miles que debían ser por debajo de 3’10”; reto conseguido excepto el último
mil que me fui a 3’14”…disgusto absurdo con el que me fui a casa.
El hombre que perdía los sprints |
A nivel competitivo, corrí una clásica local –una de
las que más afecto tengo- como es la Cursa de la Mina, algo menos de 7 kms de
asfalto y tierra, con un km primero en modo descenso que pasamos en 2’54” (iría
pegado a los talones de Kimetto) y un meeting de veteranos (5.000) para romper
el hielo con el tartán.
¡Saludos!
PD: agradecer a David Gómez y a Eva Fontecha el
regalo de sus fotos.
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