I survived to Behòvia 2009

dimarts, 4 de febrer del 2020

Maratón de Tarragona 2020

A la salida se viene con las Vaporfly y la sonrisa puestas


A mis casi 53 años no es que me queden pocos cartuchos, sino que es un puto milagro que aún tenga alguno con posibilidades de ser dinamitado. Y el domingo lo dilapidé como si fuera el puto CEO de una puta franquicia de tiendas de pirotecnia.


Tras 24 horas fustigándome, enterrado el cilicio, he entendido cómo he podido correr de forma tan lamentable a pesar de llevar 41 años corriendo y 31 años después de mi debut en maratón.

Lástima, David
 Comenzaré por el final: llegué 4º a 20” del podio con 2h42’. Objetivamente nada que discutir. Un tiempo decente a una edad provecta en un maratón de provincias. Pero rascando un poco he encontrado las razones de mi penar atlético, que ya empezó a media carrera, instalándose con fuerza en mi cerebro hasta ahora, que mientras escribo lo voy exorcizando.


Algunas variables eran incontrolables, sí, pero asumo toda la responsabilidad de mi fracaso por mis miedos y mi ego, gigantes enemigos de la humanidad.


Podría escribir que al saber que vendría David Posada, antiguo atleta internacional gallego, lo consideré el claro favorito y me convertí en su sombra…hasta que se quedó en km diez porque había estado enfermo toda la semana. 

Foto de belleza arquitectónica


Podría culpar al voluntarioso atleta que se ofreció a hacernos de liebre 15’ antes de la salida y a quien le compré el relato de inmediato. Nos llevó ligeramente más lentos de lo previsto y se extenuó tras una docena de kms (gripe también). Racionalizándolo no hizo mal su voluntarioso apoyo, fui yo quien al preguntarme mi objetivo lo ralenticé tirando de falsa modestia y se solaparon las expectativas de ritmos con los públicamente enlentecidos. El Garmin se había ido al palco así que no tenía ni idea del ritmo que llevábamos… ¿qué podía salir mal?


Junto a un joven fixer


Y qué decir de los dorsales de 30k y los nuestros, la luminosidad del Mediterráneo nos confundía en un azuloscurocasinegro que me hizo pensar antes de la media que iba segundo muy cerca del primero cuando en realidad era sexto o séptimo…

Saliendo del Faro de Alto Rendimiento


Pero no, la culpa fue mía. Tras haber entrenado como nunca, sin problemas graves y tras el exitoso finde anterior me vine arriba. Durante la semana fui consciente del peligroso exceso de confianza en el que me iba sumergiendo. Y aunque intenté escabullirme no lo conseguí. En mi cerebro, o ganaba David o ganaba yo. No contemplaba ninguna opción más. Semejante falta de humildad merece el castigo recibido: lo que sentí cuando me di cuenta que tenía a media docena de atletas por delante y que ya no tenía tiempo de atraparles.


No ayudó tampoco el modo pánico en el que entré el sábado al mediodía al ver que estábamos a 25 grados y que predecían un domingo peor. Tras Palma 2017, de 20 a 30 grados y un Berlín 2018 de 20 a 23 grados (los 33 de Boston 2012 fueron una rave en los Monegros) entendí que la combinación de maratón, calor y mi cuerpo es como la democracia y la fiscalía española. Agua y aceite.



A meta que no les pillas


A los pocos kms ya sentía que no íbamos muy rápidos, el miedo al calor me decía que si eso ya más adelante voy viendo y tal. Ese calor del que usted me habla. Y vaya que si lo vi. 32 kms corriendo en solitario, de los cuales 20 persiguiendo a unos atletas a quienes prácticamente consideraba culpables de usurpar mi podio. Una cosa es salir conservador y otra relajarse.
42 kms a 3’51” cuando en entrenos había llegado a correr 34 a ese ritmo…es el síntoma y prueba de un fracaso sin paliativos. Tampoco voy a ir más allá de este escrito en lo que se refiere a masacrarme. Entendido y digerido, extiendo acta para futuros intentos.

Que se casquen 100 kms para verte, solo los necios confunden valor con precio
 Quin desastre!



Una más; mi 7ª en TGN
¡Saludos!