Este año el milagro fue estar y acabarla |
Faltan 5’ para la salida del maratón de Barcelona y a 15
metros de mi, tras la valla, veo a Jaume Leiva (2h13’) hablando con su
entrenador, Domingo López. Últimas palabras de ánimo, consejos, quizás solo
necesitan mirarse. Se abrazan y Jaume se va para la salida.
Yo quiero ser así. Quiero ser un señor mayor, más aún, a
pie de pista junto a mis pupilos. Como el Coach Bob Larsen y Meb, el Coach Joe Vigil
y Deena, Don Renato Cánova y Florence o el Sr Gregorio Rojo (QEPD) y José
Manuel Abascal. A mi nivel pero como ellos.
Estoy más nervioso que en mi maratón dos meses atrás y,
paradójicamente, sé con total seguridad que no voy a acabarla. Voy a acompañar
a mi amigo Enric, a quien entreno desde hace un año, en los primeros 30 kms de
su tercer maratón. 3 semanas atrás hice lo mismo en Castellón con mi otro
discípulo, Josep Maria, aunque este tenía otro objetivo tras un invierno de
dolores y molestias. Estábamos más pendientes de cómo respondía su cuerpo que
de sus ritmos.
Si me queréis, "irse" más cerca de mi |
Tras Castellón corrí la media de Cambrils. Era el último
test de Enric y yo tenía claro qué marca valían sus piernas. Lo hicimos bien -1h19’00”-
y fue un chute de confianza para BCN pero lo más importante fueron los errores
que cometí. Las dos semanas siguientes fui analizando la carrera y me di cuenta
que habíamos corrido demasiado separados. En algunos momentos pensé que se
quedaba cuando en realidad mantenía el ritmo y la distancia. Hubiéramos podido
correr 30” más rápido.
La idea en BCN era correr a 4’2” hasta el km 30 y allí
dejarle los más preparado posible para romper la pana en los 12k finales.
Mis objetivos eran dos. Ir con mucho cuidado en la salida
para no caer ni perdernos y mantener el ritmo constante. Lo primero por razones
obvias y lo segundo para ahorrar el máximo de energía posible. Las
instrucciones eran fáciles. Mantenerse pegado a mi hombro justo atrás durante
30 kms y durante la semana haber hecho ejercicios de visualización del
recorrido que le quedaba.
Trío de kalenjines con la lección aprendida |
Salimos vivos del primer quilómetro, un atleta de nuestra
zona se nos unió y fuimos dejando que el asfalto de Barcelona se deslizara por
debajo de nuestras zancadas. Es este un gran maratón. Tiene un recorrido
emblemático en una ciudad donde no es fácil y lo más difícil de conseguir: un
público entregado.
Pronto me di cuenta que mis piernas iban muy bien. Me era
facilísimo mantener el ritmo previsto. Primer bucle de 10 k y tras volver a
pasar por la zona de la salida el rugido del público hace que mantenerse frío y
a ritmo sea una virtud más en el complejo ejercicio maratoniano.
Passeig de Gràcia, la Sagrada Familia, la Meridiana que
nos permite ver a los primeros…seguimos muy bien cuando cruzamos la media en
1h25’6”. Pasamos por el 25, enfilamos la Diagonal y solo me queda dar las
últimas instrucciones. Ir por sensaciones y no quedarse con ningún grupo.
Cuando llegas fuerte al último tramo de un maratón adelantas a cienes de atletas que van más lentos que
tú. No hay grupo posible, es un territorio de individualidades.
En la habitación del hotel recibo la llamada. Me confirma
las buenas vibraciones que se han ido produciendo a lo largo del día. 2h49’58”.
Eufórico reflexiono sobre todo el proceso vivido. Se crea una relación intensa,
más allá de la amistad, que puede parecer sadomasoquista en ocasiones y que
proporciona satisfacción a muchos niveles. Quiero seguir creciendo por esta
vía.
¡Saludos!
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