I survived to Behòvia 2009

dissabte, 8 d’octubre del 2016

From Last to First.

Mi suegro era una persona honesta que tuvo una vida plena. Pertenecía al grupo de personas, más numeroso de lo que quieren hacernos creer, que se enfrentan a la vida con la dignidad, la única, la válida, de dar lo mejor de sí mismos en todos sus ámbitos, el familiar, el profesional, el civil. Casi todos tenemos la suerte de conocer a personas así.

Nacido en la preguerra, trabajaba desde que tenía uso de razón. De pequeños andaban horas por las montañas para vender la fruta en los balnearios de Lanjarón. Eran kalenjines. Más tarde fue jornalero en la caña de azúcar. Eran duros. Añadir que se desplazaban a la extenuante jornada en bicicleta, una hora de ida y otra de vuelta. Eran Bahamontes.

Dueño de una gran inteligencia natural que sumada a una ética del trabajo insobornable provocaba que todos se fijaran en él. En la mili le pidieron su reenganche, querían que hiciera carrera militar. Entró en una gran empresa y al poco tiempo tenía más de doscientas personas a su cargo. Cuando no pudo más se retiró para poder pasar más tiempo en casa y con los suyos. Siguió sin hacer ruido, como tantos. Y por el camino ayudó, ayudaron, sin pedir nada a cambio, solo porque debía hacerse, a muchos que lo necesitaron. Ahora son incondicionales que le han cuidado como han podido y le han rendido homenaje en su despedida acompañándole en paz tras un sufrimiento inmerecido en sus últimos años de vida. Si no entiendes que la vida plena es esto, o eres muy joven o tienes un problema que puedes comenzar a superar aquí.
Uno de los mejores libros que he leído


Y pensaba en esta ética universal del trabajo, transversal, leyendo las memorias de Charlie Spedding. En un libro, From Last to First, al que le tenía muchas ganas desde hace tiempo y que gracias a San Amazon finalmente he podido adquirir. Finalizado puedo decir que es uno de los mejores libros de atletismo que he leído nunca.

Si no sabes nada de Charlie, ganó el bronce en la maratón olímpica de LA’84 tras el fluir de Carlos Lopes y la agonía de John Treacy. De hecho, el primer capítulo es el relato –en una narración vibrante y perfecta- del maratón olímpico, desde la cámara de llamadas, donde las medallas olímpicas comienzan a perderse, a la pretendida gloria del podio. Y lo logró con unas marcas de 13’29”/28’4”/2h833”, buenas pero nada del otro mundo. Solo que el día D a la hora H dio un 150% de sí mismo en un brutal ejemplo de la importancia de la mente en cualquier aspecto de la vida.
Sonrisa entre el dolor

Es una historia sobre la meritocracia del esfuerzo, del trabajo duro, del compromiso. También lo es sobre la fuerza de nuestra principal herramienta, el cerebro. La conjunción de ambas le llevó a un éxito imprevisible y en todas las facetas de su vida, más aún cuando de joven era un pésimo atleta y estudiante.

Intentando evitar los spoilers, Charlie Spedding era un adolescente que no destacaba en ningún deporte y era el antepenúltimo de su clase en el competitivo sistema educativo inglés de la época.

No brilló en su primera carrera con 16 años, tan solo evitó llegar el último. Con todo el trabajo que solos los atletas podéis imaginar y reconocer consiguió unas marcas decentes e incluso un título de campeón del Reino Unido en los 10.000. Como estudiante siguió una trayectoria similar, quizás mejor. Se licenció en farmacia. Pero tenía 28 años y aún no había participado en unos JJOO.

Una tarde se sentó en un Pub con una pinta de cerveza, una libreta en blanco y un diccionario. Y comenzó su transformación mental en una suerte de Programación Neurolingüística avant la lettre. Definió qué era el éxito para él, estableció sus metas y a base de compromiso, dedicación y concentración –focused- fue progresando al tiempo que fue seleccionado para el equipo británico de maratón de los JJOO de LA’84. Se preparó a conciencia con un entrenamiento físico y mental que duró hasta cruzar la línea de meta tras un duro sprint con el irlandés Treacy.
Sublimó su talento


Los siguientes 4 años fueron de lesiones de las de siempre –talón de Aquiles- con los tratamientos salvajes de entonces. Volvió del dolor más profundo y en otra actuación de un valor sublime consiguió un diploma olímpico.

Mi nuevo mejor atleta: Charlie Spedding, perfecta analogía de las tantas personas anónimas que hacen del mundo un lugar mejor, con discreción y humildad, por su actitud.

¡Saludos!

PD: si tenéis la suerte de ser tan jóvenes, aquí tenéis un resumen del maratón olímpico de LA'84