I survived to Behòvia 2009

dijous, 10 de març del 2016

Xavier Andreu

Dopándonos con Cacaolat tras arrasar en una carrera local


Una mañana de enero de 1982, con catorce años, cogí un tren en Tortosa a las 7 de la mañana para bajarme 15 kms después en L’Aldea. Empecé a andar en dirección a Amposta, a 5 kms, donde había un cross federado. Tras una hora y pico llegué y me inscribí. Era cadete y corría con el CP Dertusa.

Sin insistir demasiado en la anécdota en el tren me encontré –yo vivía con mi abuela- de casualidad con mi padre, quien tenía comité central del PSUC en Barcelona. La pura izquierda antifranquista y comunista, hoy dilapidada.

Quedaría 2º o 3º, tengo dudas, pero sí que recuerdo como si fuera ahora mismo que alguien me animaba y acabada la carrera vino, sorprendido, a verme.

Control de 3.000 en la ceniza del Reus Ploms, con el Nene, provisionalmente, detrás mío


Le expliqué mis andares y me invitó a volver en coche con él. En aquel viaje se convirtió en mi entrenador. Sin dudarlo, en el mejor que nunca he tenido y en una de las personas que más me ha influido a todos los niveles.

Recuerdo que desde el primer momento puso mucho énfasis en la fuerza y en la técnica. Íbamos un día a la semana a un gimnasio que tenía un amigo suyo, culturista, en el garaje de su casa. Diariamente antes del trabajo específico, hacíamos skipping, triple salto y toda la retahíla de ejercicios que ahora van a misa (o deberían) para ser más eficientes a la par que estéticos. Descubrí el placer de las series de cuestas en el camino que sube al Parador y con mucha paciencia nos iba indicando qué series hacer y la importancia de las recuperaciones…que no acabábamos de cumplir casi nunca (ahora me paso unos segundos y veo, espiritualmente, como se aleja mi estado de forma). El trabajo surgió efecto y en 3/4 meses corrí unos 3.000 en 9’21”, récord de Tarragona, cosa que me hizo mucha ilusión, obviamente.

Aquellos maravillosos años (como Proust, lo valoramos mejor mucho después)


En aquellos meses la relación se fue estrechando y sin darme cuenta una serie de valores como el amor por el trabajo bien hecho, el esfuerzo, la formación continua…fueron posándose en mi cerebro aún siendo este, por aquel entonces, inconsciente al respecto.

Además de un gran entrenador era también un gran atleta. Del nivel de ser finalista de Campeonatos de España absolutos en 400m vallas (53”8) –para unos 400 en 49”, ello da idea de su técnica depurada- entrenando en una pista de tierra, con unas pocas vallas prestadas y casi pidiendo por favor que nos dejaran entrenar en unas instalaciones públicas, pagadas entre todos. Admirábamos a Edwin Moses y me explicaba la importancia del número de zancadas entre valla y valla, como pasar de trece a catorce antes de tiempo suponía el desastre. Creía en la importancia del trabajo complementario y aunque faltaran 20 años para que comenzara a oírse que existía algo llamado Pilates e intuyendo la importancia de la flexibilidad se apuntó a ballet para reforzar las pretemporadas. España no era Arabia Saudita por aquella época pero casi, había que tener personalidad en los tiempos anteriores a Billy Elliot.

No trabajábamos la fuerza porqué sí, ni de cualquier manera. Lo hacíamos porqué la RFEA editaba unos magníficos Cuadernos de Atletismo (que Xavi compraba) donde aprendíamos como entrenaba en el gimnasio Sebastian Coe, ahí es nada. También estaba suscrito al semanal inglés Athletics Weekly y alucinábamos con las noticias del decatleta Daley Thompson o los 1.000 abdominales diarios que la entrenadora y esposa de Alan Wells le obligaba a hacer. No acabábamos de decidir si eramos de Coe o de Ovett, el rebelde que corría meetings con la camiseta de la URSS. La hoz y el martillo.

¿Quién quiere perderse la posibilidad de correr en estas pistas?


No éramos de la FAI pero también tratábamos de leer todo lo que se publicaba de la escuela portuguesa de Moniz Pereira, con Mamede, Lopes y la gran Rosa Mota. 

1983 fue, para mí, mágico. Ya éramos todo un grupo de gente a sus órdenes. Conocí el amor y el desamor con sus lágrimas, agrias y necesarias. Me puse lentillas y descubrí los matices del mundo. Veíamos entrenar a los mayores –Màxim Marzà, medallista absoluto en 800 y todo un Jim Morrison, atleta y poeta-. No había nada mejor en el mundo por aquel entonces.

El mismo año nuestro club local desapareció –cuando los padres se agotan y no hay relevo- y nos acogió el CN Reus Ploms, iniciándose otra gran etapa atlética que daría para otro post. Corrí por vez primera unos obstáculos, unos 1500 y en verano rocé la mínima para unos estatales juveniles al correr los 3000 en 8’58” y poco después veíamos por TV a Abas quedar 5º en los primeros mundiales de atletismo mientras admirábamos la elegancia de Tim Hutchings corriendo el 5000 o como Sergei Bubka saltaba lo imposible.

Le acompañaba a los controles que se celebraban en el Serrahima y aprovechaba para pedir autógrafos a Taca Prieto o a JL González. Corrí algunos campeonatos de España y seguí creciendo como persona y atleta hasta que las historias de la puta mili, la suya, le amargaron el atletismo y mi tarambanez épica y adolescente me apartó del correr, a esos niveles.

Pasaron los años, siguieron los afectos.

Me faltó punch para ritmos tan rápidos


Y el pasado domingo, un domingo indoor, se escribió un sueño que nunca habría imaginado.

Nos íbamos viendo de vez en cuando, sabía que se había convertido en un bailarín de salón de élite mundial, más tarde (30 años dan para mucho) en remero y ya con la llegada de las redes sociales aumentamos nuestros contactos hasta que un día vi que había vuelto a practicar atletismo.

Por eso, el pasado domingo, se cerró un círculo imprevisto al coincidir ambos en los campeonatos catalanes de veteranos indoor. Él ganó la plata en pentatlón y yo repetí cuarto en 3.000. Eso fue la anécdota, la categoría fue encontrarnos, en un entorno de grandes personas a las que da gusto saludar y conversar. Muchos de ellos acaban de conocer a Xavi y aunque intuyan su categoría humana (lo vi), me permito homenajearle con estos recuerdos al tiempo que les descubro un poco más de él. Sirvan estas líneas también para mostrar la gratitud a los entrenadores que desde la sombra guían a los atletas en todos los ámbitos de la vida (y a quien me gustaría parecerme en unos años).

Para mí fue un gran día muy emocionante.

¡Saludos!