I survived to Behòvia 2009

divendres, 26 de juny del 2015

Los hijos del Llorito.

Cara de boxeador sonado con francoliniano al fondo


Cuando diez años atrás me vine a vivir a Tarragona ni me imaginaba que acabaría encontrando la magdalena Proustiana de mi vida atlética. El área del Llorito, una zona rústica pegada a la urbe que sobrevivió por los jueces a la burbuja, no es espectacular, no destaca sobremanera a ojos extraños pero a mí me conecta con mis raíces, con mis huertecillos de Tortosa donde jugábamos a los JJOO muchas tardes de muchos veranos gozando inconscientemente de la plena libertad. Cuando sin saberlo éramos los hijos de la anarquía.

Cuanto más corta, más dura


El silencio y en los días de lluvia el increíble olor de la tierra mojada son los diamantes del paisaje mediterráneo de secano que es la tierra donde nací. Parajes de olivos centenarios y cipreses, algarrobos y márgenes de piedra seca. Por eso me gusta tanto acercarme al Llorito, una pequeña colina de Tarragona con vistas al mar.

Me gusta también porque me resguarda del viento y porque nunca me miente cuando me observa haciendo series de cuestas, de 2k, de 1k, de 500m, de 200m. Me miro en su espejo y me devuelve mi estado de forma al tiempo que me marca el camino a seguir de lucha y superación.

Hasta ahora sigo incumpliendo mis objetivos semanales de entrenamiento con 80/90 kms y un solo día al gimnasio pero ahora ya sí, sin exigencias laborales, me quedan 4 semanas para mejorar mi rendimiento de cara al mundial de Lyon de veteranos y solo lo conseguiré a base de picar piedra.


Entre Endurance y Mr Podium, ¡un lujo!


Casi cierro un junio muy lleno de entrenamiento competitivo, que consiste en competir sin el descanso previo necesario (por ejemplo correr un domingo y el sábado hacer un rodaje a un ritmo fuerte) aún así y sin estar satisfecho al 100%, el balance no ha sido malo (por escrito lo veo mejor que tras haber corrido).
7/6: 5.000 Camp.Catalunya en pista M45. 4º con 16’28”
13/6: 5.000 asfalto Tom Tom Night Run en Cambrils. 1º con 16’52”
21/6: 5.000 asfalto en La Canonja. 3º con 16’44”   

Otra meta, otro momento


Más pista, más pesas, más fuerza, más kms. Ese será mi leitmotiv en julio.

¡Saludos!

dimecres, 10 de juny del 2015

Los estados de ánimo (vol.1)

El protagonista del síndrome saluda a la cámara ;)


Pasan las semanas, llega el calor y su pecholobismo militante y sigo buscando la chispa perdida tras tanta larga distancia (sin ofender a los ultra-atletas). 3 días de calidad (1 en pista) a la semana, 2 de gimnasio y desde ya un volumen fijo de 100 kms a la semana. Junio y julio. Menús.

Mientras tanto, los problemas de abductores y psoas van quedando atrás y voy compitiendo en distancias cortas con humildad e ilusión a partes iguales. Hay días buenos, días grises y días, pocos, pésimos. Y en consecuencia se generan diferentes estados de ánimo. Me sorprende las pocas veces que alcanzo la euforia en la meta –que no tiene nada que ver con la victoria- y las muchas en las que tengo algún reproche, aunque leve, que hacerme. Generalmente por haber apagado el interruptor del sufrimiento demasiado pronto.

Meeting under the sun


El pasado miércoles, tras un entrenamiento de alta calidad, fui víctima del peligroso síndrome de los 3’9”que, modestamente, descubrí y nominé hará ahora un año…tuvo su origen en  un entrenamiento pre-mundial Ekiden. Un amigo que llevaba solo año y medio entrenando y que realiza jornadas semanales que, en ocasiones, superan las 100 horas (guardias médicas) se enfadó tras correr un último mil en 3’9”. Era un entrenamiento clásico. 3000-2000-1000 recuperando 1’ entre series. Creo que rozamos los 3’ y mi amigo se quedó en 3’9”. Y se enfadó tanto consigo mismo como solo otro atleta lo puede llegar a comprender. Objetiva y más aún, subjetivamente, era un marcón, pero se fue a trabajar disgustado…he ahí el síndrome 3’9”. El mío surgió tras un 3000 en 3’21”, un 2000 en 3’15” y dos miles que debían ser por debajo de 3’10”; reto conseguido excepto el último mil que me fui a 3’14”…disgusto absurdo con el que me fui a casa.

El hombre que perdía los sprints


A nivel competitivo, corrí una clásica local –una de las que más afecto tengo- como es la Cursa de la Mina, algo menos de 7 kms de asfalto y tierra, con un km primero en modo descenso que pasamos en 2’54” (iría pegado a los talones de Kimetto) y un meeting de veteranos (5.000) para romper el hielo con el tartán.

¡Saludos!

PD: agradecer a David Gómez y a Eva Fontecha el regalo de sus fotos.